Buenos Aires, agosto de 2010
Una vez más se juega con las instituciones. Cuando se generó el instituto del juicio político como herramienta para remover funcionarios de nivel trascendente, se pretendió que este medio de remover a alguien, tuviera causales específicas y expresas. Por ello, la posibilidad de promover este proceso especial, requiere de mayorías también especiales y agravadas. Ibarra pretendió lograr firmas para su propio juicio político y pese al uso no pertinente de su autojuicio, lo único que obtuvo fue que lo acusaran y, posteriormente terminara justamente removido. Macri intenta lo mismo y se autoacusa. En realidad de acusación, nada. Jugar con institutos pretendidamente serios, no conduce al respeto de la forma republicana y democrática de gobierno. Lo criticable es que se fuerce la normativa por quienes deben ejecutarla.
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